Ahora que has comenzado a conocerme y a tocar parte de los latidos antiguos de mi existencia ¿Te quedarás a escuchar el resto de mis pesares?.
Te reconozco lo difícil que ha de ser para ti, pero me confunde el hecho de que sigas aquí mirándome y me entusiasmo demasiado creyendo que te puede resultar entretenido el seguir mis pasos por donde anduve sin que tú supieras que existen millones de personas como tú y que son distintas a ti, que mientras otros viajamos como pasajeros perdidos por las calles que tú has conocido desde siempre, hay muchos intersticios por entre los pliegues de las almas que doblan las esquinas de los caminos que tú sigues y que pasas de largo. ¿Me entiendes?. Quiero decir que mientras te sacudes los zapatos al descansar de tu trabajada vida otros estamos poniéndonos las medias y salimos con el corazón apretado hacia la calle buscando nuestros destinos que los ladrones –que no se les puede llamar de otra manera- nos arrebatan de las manos y del ceño.
Mírame, presta atención a mis labios, dime si es verdad que los estoy moviendo para ti. Abre tu pecho, deja que el rocío de mi voz sacuda las cortinas de tu ser, deja que en las sábanas desdobladas reposen unos instantes los territorios mustios de mi cuerpo, deja que se arrodille mi voz antes de que caigan las primeras gotas de tristeza sobre mi pañuelo. No sientas compasión por mí, no me mires con los ojos lánguidos de tus antepasados como si todos fueran espectadores instantáneos en esta plaza. Aquí voy con este extraño trayecto entre mis dientes, me siento acobardado, siento que en las escaleras de mi pecho se hunden aquellos caminos torcidos y que me vuelven a herir con el arpón áspero del que te hablé. ¿Cómo sacar de mi alma los pedacitos de cristal que han quedado encrustados en ella después de que las ventanas del mundo se han roto sobre mis ojos?¿cómo olvidar las palabras que se clavaron como una reja en la puerta de su casa?¿en dónde habrán muerto los pájaros que revoloteaban en su interior años atrás?.
(¿Oíste eso?...Parece que fue un choque o algo así. ¿Sentiste el estruendo violento de los fierros contra el pavimento? ¿y el crepitar de los vidrios contra el suelo? ¿quieres ir a ver?, a mí me da lo mismo, si quieres ir anda, yo estaré aquí todavía, después de todo me siento amilanado por el camino que me espera y no quiero que otros caminos se atraviesen sobre mis aceras, ya tengo bastante con mi propia angustia).
No es que esté amargado o algo por el estilo, es que simplemente tengo ganas de conversar aquí sentado, tengo la sensación de que el sol efectivamente no vendrá temprano y me quedan muchas cosas anudadas en el pecho. Ya, cierra el libro si quieres, ya sé que crees que no estás aquí. Esperaré. Sí, te esperaré hasta que recapacites y aciertes en encontrar este camino, que en un principio te puede parecer que es el mío, que te es ajeno, pero en las vueltas encontrarás los restos de mi carne que ha ido desgranándose; encontrarás los vestigios inciertos de otras carnes y de otros huesos que yacen aquí y allá, sobre los adoquines, de tantas gentes que ya reconocieron sus destinos y los siguen. Yo anduve camuflado, me recosté a esperar por todos los crepúsculos sobre los adoquines, y miraba atento hacia el cielo sumido en el porvenir incierto, pero he vuelto de pronto, casi confundido con las piedras y entre los caminos andados choqué con aquella puerta y mil otras más.
Yo sigo hablándote de mis internos laberintos, sigo deshilando la maraña oscura de las calles sofocadas por la lluvia, sigo completamente aturdido y confuso; mis palabras me llevan hacia las profundas habitaciones del suicidio (en donde, más de una noche, encontré el consuelo más inesperado a mis retorcidas angustias). Siento mis intestinos apretarse de súbito, como si me aniquilara ya en forma inconciente, como si mis órganos estuviesen ahora más dispuestos a abandonarse de sus funciones. Tengo la luna de Marzo todavía en los dedos, tengo la lluvia del jueves y las alas de las cinco y cuarto. Me apoderé –sin permiso- de las manzanas y de los nefelismos violentos de las pupilas aguardentosas en el reflejo del mar; me robé –y esto no se lo digas a nadie, ¿lo prometes?-, me robé, digo, el libro verde de Geocia Universal, ¿lo conoces?, ¡el libro del agua!, tienes que haberlo visto por ahí. Aunque te confieso que lo he abierto unas cuatro veces, no más, porque algo me aleja de las hojas, como si mis ojos, que se posan sobre ellas, comenzaran a traspasarlas de pronto y mi vista se alargue, se dilate, y me aleje de esos puntitos negros y comience a ver de nuevo cosas que pudieras no comprenderme tú, pero que –quizás- refresquen tu memoria acerca de asuntos oscuros y fantásticos.
¿Todavía estás conmigo, o tus ojos han comenzado a traspasar estos puntitos negros?. Bueno concéntrate, acuérdate de que estás aquí y no allá, si esto te consuela. No estás leyendo, estás oyendo, ¿ves? ¿me crees ahora? ¿has notado que mi voz te es más nítida ahora que antes?.Ya nos conocemos y eso da pié para que te siga contando de aquella traición que estoy padeciendo en mis ojos, o más allá quizás. Pero debo apurarme un poco, así que no me detendré tanto en los detalles, necesito que sólo abras tu mente y recorras conmigo ese momento extraño que padecí mucho antes de lo del búho. Esto que me pasa no es nuevo, es de hace tiempo, pero este es mi último amanecer –supongo- y eres la última persona en el mundo para mí.

1 comentario:
sigo espiandote deslumbrada por tu voz....
tus palabras revuelven esta vez los cristales de mi alma y quiza disuelvan un poco los tuyos...
me gusta y voy por mas good job
nos vemos trilce
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