El atardecer carcome los expiros del ayer
sembrando humedad.
Sentado en un balcón de primavera, una cálida verdad
lo ve florecer.
Sólo promesas despiertas
son su vientre feroz
que por calles repartirá la claridad solar.
Se acerca el animal furioso, terrible e irreal
de la tempestad
cada paso en la tierra es un pacto fermentado
con la claridad.
Corre y corre anheloso
desnudo y sangrando
con la red que atrapará la eternidad espacial.
Se quedará tendido
a la sombra del sol
sobre los troncos podridos
que un día florecerán.
Al camino nos saldrá
el camino andará
al camino nos saldrá su voz.
El anochecer cansaba rodillas al correr
calmando su sed
ya se suponía obscurecer, pero otra vez
lo ven florecer.
Febrero 20 de 1990. De la deshumanización del arte, de José Ortega y Gasset
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