Palabras a mi hija
No soy cantor pero te canto
y más de una letra roja
me ha caído del alma,
y otro silencio antiguo
que me ha abierto una trampa
en esta vida tan extraña.
No soy poeta pero sueño
y del más puro intento
te escribo, hija mía
otro sueño de pobreza herida
nacida del rencor
de no verte crecida.
Vinieron quienes fueron
y no fueron quienes vinieron
y me privaron de más de una sonrisa tuya
y me quitaron de a poco la esperanza
y me dejaron muy fría la risa.
No soy el viento pero viajo
con argumentos de la vida ajena
labrando un camino tan duro,
tan duro como esta vida
que me ha golpeado
dejándome oscuro.
También he escrito alegrías
cuando Dios me ha puesto a mirarte,
y te he mirado, hija mía,
de reojo cantarle a mi vida
como no podría hacerlo mejor
el amor que te dio la vida.
No soy cantor pero te canto
como he caminado entre caminos espesos
de espinas tan altas y agudas,
clavándome la garganta que resbala
con la ironía de esta guitarra
que tampoco es mía...
No soy un hombre, sino tu padre
desvelado en la ironía de amarte
y no poder darte estas palabras
sin este temor de olvidarlas
en el extraño lugar en que habitan.
Más de un sueño me borraron
quienes no me explicaron nada
quienes creyeron sería mejor para todos
y, sin embargo,
no arreglaron nada,
abriendo este hoyo con su espada;
pero el filo es doble y la daga
corta lo que no alcanza
y mata lo que no debe,
y toca, sino corta, y corta donde empieza
a vivir lo que no acaba.
No soy cantor pero te canto, hija mía,
tan lejos, tan cerca,
estoy más viejo y menos grave
porque no sano de mis males,
y porque en vida he de verte corriendo
gritándole a tu padre
que lo perdonas por no ser culpable,
abrazando otro beso
de ésos que me diste en el aire.
Hija mía:
te dejo mi paso
entre esta gente que te conoce
y que me cree que te extraño,
y este escrito tan torpe
testigo de que te amo,
no ha de librarme del sueño,
y, mucho menos, callarme:
no soy cantor pero te canto,
no estoy junto a ti
pero igual te amo.
Mas han de pasar los años
y los besos
y el tiempo no calma la herida,
y el frío cae intenso;
pero en el día de la luz
has de mirarme despierta:
a tus ojos he de escribirles un poema,
y encenderles un trozo de esperanza.
Aunque confieso que aún te espero
en todo el remoto futuro,
y el anhelo de sacar el velo y la mentira,
y crearte un cielo acá en la tierra.
No soy tu vida y te vivo
como cien primaveras encendidas
y te encuentro
dándole una pausa
al interminable ocaso de mis días
y del mundo,
he de coronar la suerte de que seas mi hija.
Las noches oscuras de esta vida
son algo que se disfraza de luna.
No soy poeta y aún sueño
y si de flor he de abrir la lluvia
sea cada letra un pétalo,
o una rosa roja encendida en la espesura,
un libro sin nombre todavía,
un cuento vigilando tus sueños de niña,
un encuentro entre la vida y otra vida,
un canto a la primera poesía,
un adiós al invierno y a la lluvia.
No soy cantor pero te canto
y seguiré cantándole a tus días
y a mis días
porque me debo a tu sonrisa,
me debo a tu alegría:
seguiré cantando
porque siempre te esperaré
como te espero todavía...
En 1997.-